En una casucha, en un lugar que no importa, en la habitación central, sobre la mesa, un montón de papeles escritos, cada uno más amarillo que el otro. Algunos tienen manchas de tinta, otros, pareciera que lágrimas. Cualquiera sea el caso, todos tenían fecha, destinatario, remitente, y claramente ninguno había sido entregado.
Elizabeth Widow escribió:A Darius Ghurton:
Hijo, se que no merezco escribir estas líneas, pero creo que algún día merecías saber lo que en verdad pasó. Probablemente tu padre haya dicho cosas horribles de mi, poco importa en este momento, solo quiero que sepas que a pesar de mis errores sigo pensando en ti.
Por eso voy a contarte un poco de mi, de cómo fue mi vida, para que sepas un poco más de tu madre que te dejó cuando eras demasiado pequeño.
Como sabrás, nací en el Reino de Lordaeron, como hija de granjeros, me pasé la vida criando cerdos y cultivando, como era de esperarse. Conocí a tu padre cuando era muy pequeña, crecí entonces, convencida de que él sería el hombre de mi vida. No diré que fue malo conmigo, al contrario, me cuidó y resguardó todo el tiempo que estuvimos juntos. Cuando partió a la guerra, dejándome contigo en mis brazos, juró que no dejaría que nada malo nos pasara. Volvió, de alguna forma podría decir que cumplió su promesa, pero algo en mi moría cada día. Me hastiaba de ser una simple granjera, de que lo más emocionante que me pasara fuera que a un cerdo se le ocurriera salirse de la porqueriza
Comprendí, de una forma poco respetable quizás, que mi vida no tenía rumbo en aquel páramo, en aquel pueblo, en aquella familia.
No lo negaré, ser madre nunca había sido mi sueño, y si bien fuiste lo mejor que tuve allí, no fue suficiente para sentirme alguien. Se que no valgo una disculpa, pero creo que es mejor decir la verdad que cualquier otra cosa. La verdad fue que mi último impuslo para irme fue alguien, un hombre que conocí en la taberna del pueblo. Me habló de un mundo más allá, de lugares que jamás había soñado, de aventuras que llenaban los huecos en mi vida.
Como supondrás, me enamoré de él, por lo que cuando me ofertó unirme a su aventura, fue casi imposible rechazarlo. Un mes después, ya sabrás cómo fue la historia por ese lado. Estabas con tus abuelos cuando hablé con tu padre, le expliqué brevemente la situación. Lamento no haberme despedido de ti, pero eras lo único que me hubiera podido impedir vivir esta vida.
No merezco tu perdón, solo quiero que sepas como pasaron las cosas.
Tampoco merezco el título de madre, pero soy la que te ha tocado, aún así, no ha pasado día o noche en la que no hubiera pensado en ti, pequeño.Con amor, y dolor, mamá.